Por Enric Puigventós
La primera década en la vida de todo ser humano es básica para el buen desarrollo de todos los órganos y estructuras del cuerpo. Especialmente cuando hablamos del órgano de la visión. Durante este periodo de tiempo cualquier alteración, patología o falta de estímulo, basta para actuar directamente sobre el buen desarrollo de la función visual.
Formar a optometristas de calidad en el ámbito de la pediatría es básico para asegurar un buen desarrollo y un sistema visual óptimo al llegar a la edad adulta.
La falta de especialistas en este campo puede suponer un gran número de pacientes discapacitados visuales, que en su edad adulta sean dependientes o no puedan ejercer tareas básicas.
Por lo tanto, el papel del optometrista pediátrico no solo radica en la atención visual en el niño, sino que garantiza una salud visual en la población adulta del futuro para que pueda desarrollarse en una sociedad sana, activa y de calidad.
Las prácticas son clave
Esta parte práctica requiere de un gran esfuerzo para ambas partes, ya que se trata de un aprendizaje largo y se necesitan muchas horas de práctica clínica, muchos casos clínicos y tratar con muchos pacientes reales, para familiarizarse con las diferentes patologías y distintos exámenes de exploración. El tiempo estimado es variable, en función de la cantidad de pacientes que puedas valorar en un día, pero no debería ser menor a un año en el caso de poder realizar prácticas cada día de ese período.
Precisamente este tema es el que complica el aprendizaje en Mozambique y en Senegal, ya que es costoso conseguir un gran número de pacientes a los que poder visitar. Con lo cual dificulta la adquisición rápida de conocimientos y estrategias.
A diferencia de la formación en países de la Unión Europea, en África, a parte de la dificultad en la captación de un gran número de pacientes, existe la falta de sensibilización en cuanto a la prevención se refiere.
Es fundamental en la optometría pediátrica la prevención y la sensibilización en cuanto a realizar primeras revisiones visuales en niños sanos desde los 3 años de vida, en el caso de no detectar ningún síntoma visual y antes de esta edad si se sospecha de algún trastorno visual o algún antecedente familiar. En caso de no presentar sospechas, es importantísimo recalcar a la sociedad la necesidad de realizar de forma periódica revisiones visuales a todo paciente a partir de los 3 años. De esta manera, detectamos de forma precoz un gran número de alteraciones visuales, que de no ser así podrían en un futuro provocar pérdidas irreparables de visión en la población.
Optometrista pediátrico en el Hospital St. Joan de Déu de Barcelona, Director Técnico del Máster en Optometría Pediátrica de la Universidad de LURIO (Mozambique) en OCULARIS y Presidente del Consejo Técnico de Formación Continuada en Óptica y Optometría de Cataluña.